Hoy quiero hacer una reseña importante, luego de
haber leído uno de los mejores ensayos (a mi entender) sobre la mujer. Aunque
en este ensayo se habla particularmente de la mujer mexicana, esto se aplica
para cada mujer en este mundo, y en algún otro (estoy segura de eso), si así
existiera. Si bien es cierto que muchas mujeres hemos alzado nuestras cabezas
bien en alto, todavía existen culturas arraigadas a lo que nuestros antepasados
nos han dejado. No es un secreto que en Europa (por ejemplo) reina una
mentalidad de liberalidad. Y no hablo de hacer lo que les dé la gana (que bien
es cierto que muchos lo hacen), sino que todos somos iguales y tenemos los
mismos derechos. Sin embargo, los europeos no beberían decir que el machismo se
ha erradicado, y los latinoamericanos no deberían decir que el machismo reina
en nuestras casas. Aun existe la mentalidad machista en algunas sociedades, y
se presenta de formas distintas, que obviamente no son comprendidas por
personas de poco conocimiento, que solo se dejan llevar por las emociones y el
pensar de otros igual a su especie. Y es que hay una gran diferencia entre el
machismo y el hombrismo (que es una palabra poco conocida aun), pero ese es
otro tema.
En ocasiones somos discriminadas con algo tan
simple como la mirada de un jefe, o los murmullos de los compañeros. En
silencio somos criticadas por ejercer tareas que para la mayoría podría considerarse
como “trabajo de hombre” ¡Pero!, la mujer de hoy ha alcanzado grandes posiciones,
ha logrado grandes propósitos, ha realizado grandes proyectos. Sin embargo, todavía,
en nuestros corazones, tenemos una espina que aun no hemos podido arrancar por
completo, y muchas veces lo callamos, y muchas otras no sabemos ni lo que es. Una
incomodidad muy difícil de explicar, que en ciertos casos es compartida entre
chistes para apaciguar esa llama ardiente. El hombre difícilmente podría entender
esto, pues su mentalidad distinta a la nuestra le impide comprender ese
sentimiento a cabalidad, tan discreto que aun se mantiene entre nosotras. No es
mi intención herir la moralidad y el orgullo del hombre, aun soy fiel creyente
de que existen muchos que son buenos y maravillosos. Pero soy una mujer de
libre pensamiento, y como tal quiero hablar sobre algo que nos inquieta, algo
que no muchas mujeres se atreven a decir sin miedo a ser señaladas por hombres
criticones y mujeres sometidas. Aquí quiero compartir con ustedes un fragmento
del ensayo La mujer es un misterio de Ángeles Mastreta: (He subrayado alguna de las preguntas más impactantes y que
muchas de nosotras deberíamos discutir a viva voz)
¿Por qué si un hombre
tiene un romance extraconyugal es un afortunado y una mujer en la misma
circunstancia es una piruja? ¿El hombre un ser generoso al que le da el corazón para
dos fiebres y la mujer una cualquiera que no respeta su marido? ¿Por qué no
nos parece aberrante un hombre de cincuenta años entre las piernas de una
adolescente y nos disgusta y repele la idea de una mujer de cuarenta y cinco
con un muchacho de veintiséis? ¿Por qué una mujer de cuarenta y cinco empieza
a envejecer y un hombre de cuarenta y cinco está en la edad más interesante de
su vida? ¿Por qué detrás de todo gran hombre hay una gran mujer y detrás de
una gran mujer siempre hay un vacio provocado por el horror de los hombres a
que los vean menos? ¿Por qué los esposos de las mujeres jefes de Estado no
se hacen cargo de las instituciones dedicadas al cuido de los niños? ¿Por
qué a nadie se le ocurre pedirle al esposo de una funcionaria de alto nivel que
se adscriba al voluntariado social? ¿Por qué las mujeres que ni se pintan ni
usan zapatos de tacón son consideradas por las propias mujeres como unas viejas
fodongas cuando todos los hombres andan en zapatos bajos y de cara lavada sintiéndose
muy guapos? ¿Por qué se considera cualidades masculinas la fuerza y cualidades
femeninas la belleza y la intuición? ¿Por qué si un hombre puede embarazar a
tres distintas mujeres por semana y una mujer solo puede embarazarse una vez
cada diez meses, los anticonceptivos están orientados en su mayoría hacia las
mujeres?
Y podría seguir: ¿Por
qué al hacerse de una profesión las mujeres tienen que actuar como hombres para
tener éxito? ¿Por qué los pretextos femeninos –tengo la regla o mi hijo está
enfermo, por ejemplo- no pueden ser usados para fallas en el trabajo, y los
pretextos masculinos –estoy crudo, perdonen ustedes pero vengo de un tibio
lecho, por ejemplo- son siempre aceptados con afecto y complicidad?
¿Por qué la libertad
sexual a la que accedimos las mujeres ha tenido que manejarse como la libertad
sexual de la que hace siglos disfrutan los hombres? ¿Por qué las mujeres
nos pusimos a hacer el amor sin preguntas cuando cada vez seguía latente en
nuestros cuerpos la pregunta ¿qué es esta maravilla? Y aceptamos sin más la
respuesta que los hombres se dieron tiempo atrás y que a tantos desfalcos los
ha conducido: “este es un misterio, ponte a hacerlo”
Espero que luego de leer esto, cada mujer abra bien
los ojos y deje de tener esa espinita en el pecho que tanto nos incomoda. Es
hora de mirar al hombre como un género distinto al nuestro, pero con los mismos
derechos y libertades.