El sabe que sus ojos matan.
Esas dos oscuras esferas llenas de misterio, que guardan secretos.
Hacen que cualquier agua quieta se revuelque de puro deseo.

Su mirada se encuentra con la mía, y ya estoy perdida.
Sumisa, tranquila, a la espera de sus actos.
Sus intenciones estallan en sus ojos, el sabe que con ellos me tiene cautiva.
Que prometen llenarme de lujuria, de locura, ansiosa por probar sus labios.

Los miro, y sé, que puedo derretirme como dulce mermelada.
Y mi corazón late, deprisa y sin freno, cuando por fin siento que sus ojos se funden con mi alma.

El me penetra, con su mirada, de la más sutil manera.
Diciéndome al oído que soy sólo suya y yo gimo al darme cuenta, que sólo nos mantenemos cerca.
Sin tocarnos, sin despojarnos de aquello que no es piel.

Y entonces lo sé.
El me desea con fervor y yo también.
Porque su mirada habla por si sola.
Y me entrego por completo al deseo.
Ese que, con sus ojos, me desnuda.
Y me lleva a lo alto, hasta tocar la luna.