A él le gusta mi vestido. Para mi es sencillo, es largo y amarrado
a mi cuello, y resalta la figura de mis caderas. Pero a él parece gustarle. A él
le gusta mi perfume. Para mí es un simple perfume que compre hace un tiempo, de
olor suave y discreto. Pero el parece olerlo de una forma muy sugestiva y
profunda, como si pudiera oler algo intimo de mi. El roza mi piel con su mano.
Para mí no es algo simple, su roce traspasa los límites de mi cordura. Me
roza... sutilmente, como queriéndome dejar saber que desea algo. Pero no me lo
dice y yo callo. Tal vez no es el lugar, quizá no sea el día. O peor aun... tal
vez no sea nunca. El vuelve a rozarme. Me insinúa que lo necesita. Y yo estoy
tan sorprendida que ni siquiera puedo responderle que yo también lo necesito, y
me gusta más de lo debido. El me insinúa que me acerque. Yo lo hago. El me mira
discretamente. Yo lo miro. A él le gusta mi perfume. Me lo ha dicho en claves. ¡Ah,
pobre de mí! A mí me gusta su roce, su cuerpo, su rostro, su voz, sus secretos.
Es un hombre seguro, abierto y coqueto. Y él lo sabe. Pero no sé si sabe cuántas
veces lo he mirado, oprimiendo el deseo de encontrármelo a solas y acercarme
peligrosamente, solo para que me bese. Me pregunto a que sabrán sus labios, o como
reaccionaria mi piel al escuchar de su boca algún secreto a mi oído. Me
pregunto si habrá notado como tiemblo calladamente ante su cercanía. Pero hay
mucha gente, hay demasiados ojos y muchas malas mentes. Mejor me mantengo en la
raya, donde lo puedo mirar con deleite. Sé que me costara mucho esfuerzo.
Pero... ¿qué le puedo hacer?
...A él le gusta algo que lleva mi
cuerpo, y todavía me pregunto que será.
AuraLuna
(imaginando...)